Fueron muchos años que sentí que el trabajo no era posible sin estrés. Sabía que el bienestar era importante (me he dedicado a eso toda mi vida laboral, incluso como encargada de bienestar en una multinacional), mas siempre había un pero para realizarlo en mi.
Por supuesto que tenía el síndrome del impostor(a), por mucho que sepamos que el ejercicio profesional no tiene que ver con la vida personal, se sentía extraño hablar de bienestar sin experimentarlo.
Pensé que si me independizaba podría dar más espacio para el autocuidado, lo intenté y no fue así, incluso creo que empeoró. El mismo cuento con otra excusa. Sobrevivía diciéndome "en algún momento se dará".
Se necesito una pandemia frenadora, que me obligó a reinventarme personal y laboralmente, para comenzar a acercarme a las respuestas. Recién ahí entendí que no se trataba del tipo o modalidad de trabajo, sino más bien de mi, de mi actitud frente a la vida, mi relación con el entorno y conmigo misma.
Ese año de pandemia lo viví completo en el campo, en medio de la nada. Una linda e intensa reconexión, donde lograba integrar en el cotidiano, ciertos aspectos importantes en la vida, como el deporte, la alimentación consciente, la espiritualidad, el contacto con la naturaleza y trabajar alineada a mi propósito de vida. Alcancé a percibir los positivos beneficios que todo esto tenía, fue una época feliz, a pesar de la incertidumbre que abundaba en esos tiempos.
Pero, ¿Se podía mantener esto volviendo a la ciudad? Pues no del todo. Y eso fue lo que me llevó a profundizar sobre él tema, para lograr encontrar un método que pudiera ser sustentable en el tiempo y que se adaptara a la vida actual.
Fue así como comencé un diplomado en la Universidad Católica de Chile, el cual se basaba en los últimos resultados de largos estudios sobre la felicidad y el bienestar, desde la neurociencia (Algo bastante nuevo, hace poco que se puede estudiar el cerebro) y varias corrientes psicosociales afines.
Era un programa teórico experiencial, donde un grupo de académicos especialistas en diversas materias de bienestar, aplicaban en nosotros distintos conceptos y herramientas. Así, podríamos como profesionales intervenir a otros, desde el conocimiento y también desde nuestra propia vivencia.
¡Por fin encontré respuestas! Todo comenzó a engranar cuando junté la teoría, la ciencia y mi propia experiencia.
Al finalizarlo pude concluir:
1. El bienestar es un proceso constante, que requiere determinación, esfuerzo, constancia y paciencia.
2. Existe un método para hacerlo de forma amable, adaptable para todos y que además es sustentable en el tiempo.
3. La planificación es la médula central de todo lo anterior.
Dada su importancia, comenzaré abordando la planificación, que sería el primer paso para estar más cerca de la añorada felicidad.
¿Por qué es importante planificar?
1. Propicia bienestar, ya que puedes integrar dentro de tu planificación, cosas que sabes o intuyes que tu cuerpo, emociones y mente necesitan para estar bien.
2. Disminuye el estrés, al tener noción del real tiempo que tienes, evitando "sobre venderte".
3. Reduce la ansiedad. La planificación ayuda a prevenir contratiempos, lo que disminuye nuestra sensación de alerta y aumenta nuestra seguridad.
4. Optimizas energía vital. Al planificar, la mente ya no tiene que estar pensando en cuál será el siguiente paso, dándole un descanso al órgano que ocupa más energía del cuerpo.
5. Desarrollar hábitos saludables. Es difícil adquirir o cambiar hábitos, la única manera es repetir la acción paulatina y progresivamente, siendo imprescindible planificarnos para conseguirlo.
¿Qué considerar al momento de planificar?
1. Planificar con mucha holgura, y con ello, tener disposición a la flexibilidad. Seamos honestos, siempre pasan cosas imprevistas en el trabajo y en la vida, hay que tenerlas en cuenta.
2. Priorizar tareas. No siempre podremos llevar a cabo lo que planificamos, así que es bueno darle prioridad a las actividades imprescindibles y reagendar las demás.
3. Incluir momentos de descanso entre actividades. La ciencia comprobó que el descanso es directamente proporcional a la cantidad y calidad de nuestra energía vital.
4. Trata de encontrar tu ritmo circadiano e integrarlo en la planificación. Hay momentos en que tenemos más energía y otros menos. Escucha tu cuerpo y sé estratégico en qué momento del día ubicas cada actividad.
5. Darte espacios de autocuidado y conexión con tu cuerpo, mente, emociones, relaciones y propósito.
6. Procurar incluir deporte y una correcta alimentación. Es el motor de nuestro cuerpo.
7. Considerar suficientes horas de sueño. Dormir es el mayor descanso del cuerpo y mente, donde se integran los aprendizajes del día y se recarga la energía, es crucial dejar mínimo 6 e ideal 8 horas de sueño continuas por día.
Existen varias herramientas para planificarnos. La tecnología nos proporciona numerosas opciones, desde un simple excel con fechas, estatus y priorización de actividades (Lo que yo ocupo), hasta avanzadas e intuitivas aplicaciones (Te dejo aquí algunas opciones). Si te gusta lo tradicional, escribir a mano tu calendario puede ser la solución o bajar plantillas e imprimirlas (Hay varias guapas gratuitas en la aplicación canva). Debes escoger la forma que a ti te haga sentido y tener en cuenta que debemos actualizarlo idealmente a diario.
Para concluir, quiero ser enfática que tanto la planificación, como todo lo demás que menciono sobre bienestar, no es algo que no sucede de un día para otro. Y si bien algunas cosas pueden parecer bastante obvias, en la práctica puede ser difícil de integrar. Es un camino de ida que nunca acaba, pues no existe la perfección humana, pero si el crecimiento constante. Una vez que comienzas, las cosas solo pueden mejorar. Lo principal es ser amables con nosotros mismos en el proceso, centrarnos en lo positivo y disfrutar el viaje.
¿Tú ya estás planificando? Cuéntame, es un espacio seguro :)